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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Y yasssta!

Y yasssta!

Me dicen que estoy triste y cuando me lo dicen, me limito a escuchar con la mirada y, supongo, que con ojos de tristeza. Me gustaría contar las razones, pero son tantas y tan aburridas y tan evidentes, que me aturrullo y no suelto una palabra. Lo dejo todo dentro, y dentro antes tenía un pequeño ejército gruñón que se levantaba en armas contra todo aquello que no me gustaba, y lograba expulsarlo o, al menos, doblegarlo hasta poder asimilarlo. Aquel ejército, que anidaba en mis entrañas, ahora creo que está cansado y abatido. Estoy colapsado y el colapso produce tristeza. Voy y vengo, me limito a respirar, trato de reírme, trato de ilusionarme con las pequeñas cosas que me rodean, pero no lo consigo. Doy mi vida por terminada, o al menos un ciclo de ella, y debía de ser, el concluido, el ciclo que me gustaba, pues ahora casi todo, no diré que me disgusta, sino más bien, que me es indiferente. Como quiera que todavía me quedan años de vida, habré de tomar alguna decisión y encontrar una fórmula que me dé cierto equilibrio. Esto pensaba en el coche, en medio de la lluvia, por la noche, rodeado de vehículos mojados que van soltado cortinas de agua, vehículos a gran velocidad por el carril izquierdo. Luces rojas envueltas en niebla húmeda. Me he vuelto un miedica al volante, siento las ruedas patinar bajo mi cuerpo, me esfuerzo por pensar como pensaba antes, cuando me gustaba conducir de noche, cuando me gustaba conducir con lluvia. Ahora me parece aterrador, me parece un riesgo, una forma estúpida de perder la vida como un sujeto pasivo. No espero nada durante el viaje, como ocurría antes, ahora sólo es una línea recta de tiempo y mi único deseo es llegar.
Será el otoño de la vida que te pilla ya sin fuerzas y todo se antoja como una tarea enorme que requiere un titánico esfuerzo. Todo pasa tan rápido que parece que vivas en un tiempo particular, mucho más lento que el real o quizás, el mundo real vaya ahora demasiado rápido y ya no tienta fuelle para correr a su misma velocidad.
Veo las noticias y no paro de ver a mis referentes muriendo, desapareciendo de la realidad. Y veo lo rápido que también pasan sus muertes, apenas veinticuatro horas de reconocimiento y ya no están, sólo muertos. Y a cambio, sólo veo vida a mi alrededor, explosiones de vida efímeras, momentos de felicidad de cartón piedra y siempre sin futuro. El futuro no existe, ya será mañana, mañana ya veremos con lo que nos levantamos e incluso con qué nuevos prodigios nos acostamos.
Salgo de tomar un vino del bar de mi pueblo. Hoy, dentro hay humedad y calor y, como es costumbre, hombres, sólo una mujer, vestidos en tonos oscuros, gritando, vociferándose unos a otros. Salgo y fuera hay cuatro hombres mayores , ya han superado los sesenta y cinco años, sesenta y cinco años del campo, es decir, robustos, recios, palos viejos azotados por el clima, varas sin sabia. Uno de ellos, el que habla, es el más viejo, lleva una gorra roja, o al menos era roja, ahora es un rojo blanquecino, una gorra promocional de los tractores John Deere. Sin embargo, y a pesar de su uso, que adivino constante durante los últimos cuarenta años, la gorra mantiene sus formas con absoluta dignidad, es como una vieja mascota de aquel hombre, al que, si fuera su familiar, plantaría meter en la caja con aquella gorra. El hombre dice:
Aquí, sobre la Tierra, sólo hay una verdad, que un día nacemos y otro morimos, un día aparecemos en este mundo y otro día nos vamos de él, y lo demás son todo cosas que se inventan, los cumpleaños, los aniversarios, la Navidad, el día de no sé que….para que esto marche. Para que esto funcione, dice uno de los cuatro. Eso, para que funcione, sigue diciendo el de la gorra incluyendo este termino en su discurso, para que esto tire, y yaaasta,

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