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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Pillar el ritmo

Escribo de un mundo tan objetivo y tan orientado a los beneficios que cuando he acabado de escribir sobre él, ya no sé sobre qué escribir. Es tal la absorción que de mí hace este mundo mecánico que cualquier cosa que no sea escribir para él se me antoja una pérdida de tiempo. Llevo tantos años viviendo de escribir sobre y para él, que no encuentro nada más importante que trabajar y trabajar para que su maquinaria, la del capitalismo y el consumo siga, siga funcionando. No, no os asombréis, vosotros mismos formáis parte del sistema. Claro que existen otros mundos, o deben de existir, pero quizás por la edad, los míos se han ido estrechando y todos me parecen el mismo, el que describo. 
Me ciegan las luces, los colores, las maravillas de los nuevos productos, las tripas de tecnología que obran milagros, los peligros del más allá, aunque ese más allá se ubique sólo a miles o cientos de kilómetros. Me ciegan las ofertas, me ciegan los aniversarios, las fechas conmemorativas, las onomásticas, las fechas que conllevan esa jodida tradición inexcusable. Me ciegan los monigotes sonrientes que van saliendo de la fabrica de monigotes, dispuestos a hacer de este mundo de crecimiento continuo un hogar confortable en el que nunca sudar, salvo, claro, cuando vas al gimnasio o te pones a correr como un gilipollas para activar tu cuerpo y, de peso, tu cerebro para poder crear, más rápidamente, mas hojas excel. 
El mundo es una gran fábrica con trozos de campo entre una nave y otra con grandes trenes muy veloces que las unen entre sí y en el trayecto todo el mundo se hace selfies. Llevamos prisa y por ello nos preocupa disponer de suficiente reserva en nuestras baterías. Hace tiempo que no pierdo el tiempo, y me refiero a perder el tiempo placenteramente, disfrutando del hecho de perderlo. Muy por el contrario, ahora, cuando lo pierdo, pues es inherente al ser humano este hecho, entra en mí una gran desazón porque siempre hay cosas que hacer, siempre hay alguna acción que podría redundar, en un futuro próximo o lejano, en tu beneficio. 
Se acaba el año, quedan pocos días, y ni siquiera podría resumirlo. Son tantos los hechos que sí podría reconstruirlo a través de mis agendas, pero creo que sin darle un guión coherente. He visto a tanta gente, me he desplazado a tantos sitios, he hablado tanto por teléfono con tantas personas, tantos camareros me han servido por la izquierda y me han retirado el plato por la derecha, he cogido tantos taxis, he pagado tantas veces con mi tarjeta de crédito, tantas veces he abierto mi cartera o he buscado monedas en los bolsillos de mis pantalones, he esperado tantos semáforos, he conducido tantos kilómetros, he salido y he llegado a mi casa tantas veces, he puesto a cargar mis dispositivos tantas veces, he sacado tal cantidad de fotos, he tenido tantos miedos, tantas preocupaciones, que no me acuerdo de nada. 
El mundo es un puto escaparate  desde el cual sólo tienes que sonreír desde detrás del cristal, pero me gusta el mundo y las personas, aisladas, raras, con las que también me he encontrado, y quizás debiera fijarme más en ellas, quizás debiera pegarme a ellas y aprender, pero no consigo pillarles el ritmo. 
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