8 Octubre 2020
Ha vuelto el mundo a templarse y no tengo con quien compartir mi percepción, se queda para mí.
No lo podemos comentar. No hablamos de aquello que no podemos compartir, es sólo nuestro y así, en soledad, rumiamos e interpretamos los que antes eran elementos comunes, lo que antes, aunque sólo fueran hilos anímicos, canalizaban nuestra unión.
Nos hemos acostumbrado a simular deseos, algunos hasta a abortarlos y entiendo a aquellos, los más briosos, que no pueden controlarlos y, como ha ocurrido toda la vida, ponen en riesgo la suya, para satisfacerlos.
Nos hemos vuelto animales. Sólo vivimos el presente, el presente muy presente. No pensamos en mañana, ni en la semana que viene, mucho menos en la próxima primavera o en el oscuro invierno que ha de llegar.
Se nos están olvidando los atributos que asignábamos al hecho del futuro, la fe en algún hecho que hubiera de producirse, la esperanza, la paciencia o la ausencia de ella, los nervios, la ansiedad esperando una fecha o cierta hora. No sé si los recuperaremos o por el contrario, si salimos de esta, seremos seres más herméticos, con recelos, en definitiva, con miedo.
Y cuantos que antes hablaban ahora se han quedado mudos. Evitan emitir sonido alguno por si son detectados por el mal invisible, por si lo alteran, lo ofenden o lo cabrean. Han decidido meterse en lo más hondo de su cueva, viven entre sus propias sombras proyectadas en las paredes de piedra por el fuego que les calienta, en el que cocinan sus alimentos y con el que iluminan un mundo pequeño. Allí esperan al nuevo mundo de los salvados, bien sea por suerte o por milagro, pero supervivientes a fin de cuentas. Da igual, serán humanos sin esperanza, cargando con el triste recuerdo de la raza que fueron. No sé si son necios, cobardes o bien sabios y, por tanto, cautos, pero les echo de menos.
Los prefiero a los fanfarrones, a los chirigoteros de la realidad, a los graciosos, algunos groseros, que desprecian al ser humano, que se mofan de su abatimiento. Surferos de la vida, da igual en qué tiempos, bufones, payasos, clones unos de otros, envidiándose entre ellos. Estúpidos seres leves, sin calado, animas que por error asimilaron una forma corpórea.
Un día más del alba al ocaso. Todas sus horas de luz vividas, no sé si con algún objetivo o sólo usadas sin sentido alguno. O quizás sí. He recuperado mi eterna cafetera italiana, vuelvo al pasado o será uno de los pertrechos que me lleve a la cueva.