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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Si me hubiera encontrado con él sería un hombre viejecito, corvado quizás, pero enérgico. Siempre lo fue. De haber estado hoy en el camino, seguramente hubiese estado sentado en uno de los bancos, con sus piernitas juntas, quizás sosteniendo entre ambas un bastón para ayudarse de él para andar. 

Si hubiera estado allí, sentado, hubiera parado mi carrera y me hubiera acercado a él, y le hubiera dicho: ey papá, que hace mucho frío ara estar aquí.  Este frío es bueno, me hubiera respondido. Seguramente estaría fumando uno de sus pitillos y a continuación me hubiera preguntado: bueno hijo, ¿qué tal te va?
Me hubiera sentado junto a él y le hubiera abrazado tiernamente, pero también con fuerza, sintiendo un enorme regocijo. 

Me va cómo a ti papá, le hubiera respondido, con muchísimo trabajo, pero al igual que tú, carezco de la habilidad para quitármelo de encima. Igual que tu papá, me paso el día básicamente trabajando y cuando vuelvo a casa, tampoco soy capaz de desconectar de él, así que cuando la otra parte de la ecuación descansa, es cuando yo lo hago también, es lo que nos suele ocurrir a los sirvientes; y cada vez que ocurre eso, estoy tan agotado, que al igual que tú, deseo estar solo y en silencio, tratando de recuperar las energías. Con lo cual, como ves, mi vida gira en torno al trabajo, es el único lugar en el que logré encontrar cierto acomodo, y ahora también me empiezo a encontrar aburrido de él. 

Bueno hijo, me hubiera respondido, podría ser peor, veo que te has convertido en un hombre de provecho. 

No papá, le habría dicho, nada de lo que he hecho hasta ahora tiene provecho alguno. Ya soy mayor ¿sabes papá? Podría pensar en hacer algo de provecho si fuera más joven y bien por el azar o bien por mi propia voluntad, hubiera sido capaz de construir algo grande. Pero no, ya es tarde para confiar en la suerte, pero tampoco tengo fuerzas para plantearme grandes proyectos, además tampoco quiero, ni puedo, se acabó el tiempo.

Mi padre me hubiera mirado y aunque no estábamos acostumbrados a ello, le hubiera besado en su mejilla pálida, sus mejillas siempre estaban pálidas y se me antojaban escurridizas. No hubiera sabido qué contestarme. Desde luego no habría sido una de esas respuestas sin sentido, tales como: nunca es tarde o aún eres una persona joven o no digas eso. Creo que todo lo contrario, quizás hubiera posado su mano de dedos cotos en mi rodilla y me hubiera dicho algo así, como: eso que dices es duro de aceptar. 

Si hubiera sido esa su respuesta, y creo que sí, me habría llenado de felicidad, me hubiera hecho sentir descanso y sosiego y, sin lugar a dudas, se habría incrementado en mí mis deseos de estar junto a él.  

No sabes lo que te echo de menos papá. Desde que te fuiste ando como desorientado. ¿Sabes? Creo que te perdí como referente. Me equivoqué. Creí que éramos tan diferentes que cuando la mala suerte te hizo desaparecer, sentí una especie de liberación. Pero, que va papá, todo lo contrario. Tardé mucho tiempo en añorarte porque me creía especial y único, pero a medida que han pasado los años y me he ido agrietando sin conseguir logro alguno, el vacío que has dejado en mi se ha expandido de una manera que no podía prever.

Bueno, hubiera dicho mi padre, quizás debieras de considerar esa sensación como algo positivo. Sí, desde luego, le hubiera contestado. Pero de nuevo yerro en mi conducta, pues lo hubiera tenido que sentir hace mucho tiempo. 

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