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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Extraños sucesos de un lunes

Está siendo un día de sucesos paranormales en la capital. Hechos insólitos, síntoma de que algo no marcha bien. 

Todo ha empezado esta mañana. Me dirigía hacia un Parque Empresarial, dentro de un Polígono Industrial. Una zona inhospita, una zona de combate y de guerra entre empresas, una zona normalmente esquizofrénica para aparcar. Zonas sin ley, sin aceras, caótica. Una especie de Dodge City donde no se aventura la policia.

Como es normal, estas zonas están en medio de la nada. En medio de páramos desérticos a las afueras de las ciudades. Puedes llegar hacia ellas a través de múltiples autovias y circunvalaciones, pero siempre se acaba en un caminillo maltrecho y lleno de socavones para acceder al corazón del complejo. 

Los primeros controles aparecen en el camino, y núnca sabes con que te vas a encontrar. Puede que el estrechamiento acabe en una excavadora o en un puesto de control miliciano afgano. 

En medio de esta nada, casi atropello al primer suceso paranormal del día. 

Un hombre, sin identificar, corriendo, subiéndose los pantalones avanza por la autovía a tres kilométros de nada. He estado a punto de parar, pero ni siquiera se ha fijado en mi. Lo he dejado atrás y me he adentrado en mi polígono. 

Como siempre el caos, trailers de doce metros doblando esquinas imposibles, aceras que se han convertido en parkings con bordillo, hombres de negocios trajeados junto a chapistas, fresadores, secretarias que toman el sol. Las calles de los polígonos industriales es como si se hubieran diseñado después de las naves. Nada está planificado. Primero colocas los talleres, almacenes, pequeñas oficinas, los bares de polígono, y luego piensas en las calles que unen unas cosas con otras, en el alumbrado, en que hacer con el coche cuando vas a un sitio de estos, si sobra algún semáforo de cualquier zona urbana también se puede plantar en cualquier cruce absurdo. Una vez que tienes el polígono, más o menos montado, entonces se piensa en como enlazarlo con la red de carreteras del Estado.

Debe de haber un ser grotesco, una especie de ser melómano y egocéntrico que diseñe todo esto, lo he encontrado.

Se yergue por encima del polígono contemplando su obra. Me he asustado al verlo y me ha recordado a Hugo Chavez. 

Ya una vez dentro del Centro Empresarial, dentro del Polígono Industrial, me he tomado un café.

Si hay algo que caracteriza a estos establecimientos es el ruido ensordecedor que hay en ellos. Son lugares multiraciales y multiculturales, lugares donde impera la más pura democracía. Desde ejecutivos internacionales de tez blanca o amarilla hasta currantes de mono se aferran a la barra para consumir bocadillos, cafe, cerveza, menus estándares, montaditos, las odiosas barritas, calamares, vino. Aquí, todos somos iguales y el dueño, un tipo con vista, ha llenado de chicas llamativas el establecimiento. 

Los Parques Empresariales son espacios ordenados dentro del caos del Polígono Industrial. Son espacios donde se agolpan empresas multinacionales, con su propio gimnasio, su propio spa, sus propios restaurantes, cafeterías, cajeros automáticos, y hasta buzones de correo. Los parques empresariales son verdaderas cárceles del resultado y los beneficios. 

La gente dentro de ellos hace cursos muy raros, y son reconocidos con diplomas absolutamente paranormales. 

Diploma otorgado a Fulanito de tal de "Superior de Comportamiento Comercial a Alto Nivel". No se si está mal redactado el diploma. Quedaria mejor algo así como: "Comportamiento Superior de Comercial a Alto Nivel", o incluso mejor "Alto Nivel de Comportamiento Comercial Superior". El tipo sabrá que le han enseñado aquí, y se sentirá orgulloso de ello, pues lo tiene enmarcado y acristalado encima de la mesa. 

Saludo al tipo, y me recuerda a un viejo conocido. 



Me olvido de todo esto, y me vuelvo a la capi. Busco algo de normalidad después de una mañana tan poltergeist. 

El tráfico de Madrid me tranquiliza. Todo sigue igual, es un lunes normal en la vieja y rodada urbe. 

He dejado atrás el polígono y sus hechos misteriosos y confusos, y me zambullo en la normalidad. Aquí me encuentro más integrado, puedo abrir la ventana del coche y sentir la brisa primaveral , algo turbia, eso sí. 

Vuelvo a tranquilizarme, pero un hecho extraño ocurre.

Consigo aparcar en pleno centro un lunes a las 13.00 horas, y al lado de la recaudadora de Gallardón, pero eso sí, zona azul. (2,70 euros cada dos horas). No me lo puedo creer, salgo del coche y animo a los viandantes para que me feliciten. Me muestro orgulloso y complaciente. 

Todo está bien, todo está en orden, el día se está portando bien conmigo después del caos desconcertante de la mañana. Un viejo profesor del Ministerio de Cultura da clases en la calle a funcionarios de primaria.

Parecen muy interesados en las enseñanzas del viejo porfesor. Son de primaria pues a todos les cuelgan los pies. Parecen abatidos y un poco cansados, pero el hombre de negro insiste en su plática. 

Todo está calmo, pero aún me queda el último suceso paranormal antes de enfrascarme en mi trabajo.

Contenedores voladores que atraviesan la ciudad. Contenedores voladores marca Kostra que se desplazan de un lugar a otro gracias a inmensas gruas que cubren toda la urbe, que gran idea la del tipo éste, Gallardón.  

 

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