18 Mayo 2009
Subes las escaleras pesadamente, azuzado por el destino. Hacia donde vayas es lo de menos, igual da que a cambiar el bikini de la adolescente de tu hija, a echar la instancia de tu hijo; a un curso de cocina en tapperware, o simplemente a por habas, como dice el dicho.
Gente invisible, que se cruza con nosotros sin decir nada. Gente invisible y callada, gente no guapa, gente normal y corriente, gente normalmente sin vestir, sólo púdicamente cubierta. Gente sin brillo, gente que asume todas las pesadas cargas anónimas de nuestra vida.
Gente que ha renunciado a protestar, y por lo tanto a opinar. Gente que ha asumido ser más débil, gente sumisa, gente a la sombra de un o una pedante. Gente traicionada por la vida, arrinconada por la suerte, gente que conforman los rincones de polvo de nuestra existencia.
Gente que nos da igual que piense, dónde se informa, y de lo que se informa, que siente. Gente que presuponemos sin vida, zombis que envejecen a nuestro lado sin placer y sin esperanza de él. Gente paciente, incapaz de alarmarse por la desgracia inmediata, que sabe que todo pasa, las alegrías y las penas. Hijos e hijas del tiempo, péndulos rítmicos y monótonos que sólo miden el pasar, sin preocuparse dónde, por dónde o hacia dónde.
Gente que son pilares de la lógica y el sentido común, comprometidos con el largo plazo, incapaces de sorprenderse. Gente que se sabe la vida, con esa habilidad de comprender, desde el inicio, que todos acabaremos muertos más tarde o más temprano. Madres, algunos padres, algún amigo, un tío. Siempre hay alguien así a nuestro alrededor.
Gente que no sabemos donde se mete mientras celebramos nuestra suerte. Gente discreta en medio de nuestra emoción nacida de un hecho mediocre que nos hace creer que somos reyes del universo. Gente que lee o ve la televisión mientras vivimos apasionadas historias de amor, o hacemos viajes empaquetados al Caribe.
Gente invisible pero sabia, que conoce ya cual es el destino, y por lo tanto van en línea recta hacia él. Gente que no opina sobre la necesidad o no de que una niña informe sobre si va a abortar o no a sus padres, o si se deben eliminar las exenciones fiscales a la compra de una casa si se gana cierto dinero. Gente que vota o no, sin alardear de ello, sin emitir proclamas patrióticas. Gente del pelotón, la que suele ver los festivales de Eurovisión, gente que igual, con su erudición han decidido que nuestra representante en este festival de mierda se haya comido la suya pintada de purpurina y lentejuelas.
Ha muerto Mario Benedetti, un poeta de esta gente.