Parece que viene el otoño calentito. Nada de chaquetitas ni puta moda de otoño de El Corte Inglés. Sigamos tirando de los trapos del verano y sigamos esperando pacientemente a las nubes, a la recuperación económica, a cualquier signo positivo de las estadísticas macroeconómicas que permita a estos ciudadanos curvar los labios en medio arco de sonrisa. No hay nada más jodido que no ver futuro ni horizonte y se ha negado al pueblo su capacidad de consumir y endeudarse con objetos redundantes e inútiles. Peligrosa jugada que creo nadie ha medido en cuanto a sus consecuencias. Por favor, que vuelvan a subir los pisos de una puta vez, si es que es la única forma de que esta puta economía funcione. Paradoja: antes los pisos por las nubes y todo iba bien, y ahora que se desploman, todo va mal. Consecuencia, volvamos a especular con ellos. Que vuelvan a la calle los pedazo de coches con barrigudo dentro dedicado a la promoción inmobiliaria. No somos capaces de hacer nada sin ellos, no somos nada si nos nos inspiran esos ladrones y corruptos. No tenemos horizontes sin ellos, necesitamos al héroe que nos inspire, necesitamos volver a soñar con la recompra, la venta de la casita de la abuela y la revalorización del pisito de la playa. ¡¡Coño!!, que vuelvan a subir los pisos y que nos nos vendan más sandeces de la necesidad de modificar nuestro sistema productivo. Pero ¿cómo coño vamos a rediseñar un sistema productivo de un país lleno de bares? Queremos charanga, queremos festival, queremos cantar y gastar, queremos sumergirnos en los centros comerciales y salir con los dedos rojos sujetando bolsas. El calor nos está ablandando el cerebro a todos, y el otoño, viene calentito.