12 Julio 2010
Así estaba la Gran Vías esta primera mañana como campeones del mundo del fútbol. Anoche viví con mi hijo el gol tardío de Iniesta que nos daba el título. Di un bote desde el sillón y me abracé a él lleno de ilusión. Él estaba eufórico y hoy se ha ido a recibir a la selección a un Madrid a reventar de color rojo. Hasta aquí todo bien, pero llevo, van ya casi 24 horas, viendo el gol de Iniesta, escuchando a periodistas histéricas y gritonas diciendo sandeces sobre un hecho que jamás olvidaremos en nuestras vidas. Modernacos de patillas anchas y perillitas bajo el labio inferior, calvetes, voces agudas, sin guión y con un lenguaje corto y cutre. En definitiva, estoy de Roja hasta los cojones. Sueños, Copas del Mundo, el oro de la Copa del Mundo, el Rey y su familia, el presidente del Gobierno, jugadores que juegan que te cagas pero no son capaces de decir nada medianamente interesante. El beso de Casillas a su novia, la flamante Sara, el debate sobre si está bien o no, sobre si es una mujer florero o no, sesudos opinando, diciendo sandeces, más roja, más circo. Más histéricas que gritan entre un multitud también histérica con una alcachofa en mano, transmitiendo un hecho que no tiene contenido, salvo para los chavalines.
España se ha vuelto deportiva. ¿Y mañana que?