Crepúsculo

Estoy en esa hora del domingo sin vuelta atrás. Esa hora en que ya no valen hacer planes, la hora en la que ya ha ocurrido lo que tuviera que ocurrir y te invade la nostalgia viendo como muere el día. La hora del crepúsculo que se come tus recuerdos hasta dejarlos hechos papilla, una especie de hora de piedad, de súplicas o de rezos. Una hora, un momento odioso para mí, lleno de recuerdos del final de períodos felices, de momentos de falsos escapismos, de sueños, de ilusiones, de planes, de gozo y placer. de pequeño me aterraba el lunes, la vuelta al colegio. Había una razón, era un pésimo estudiante. Así que lo más seguro es que los lunes tuviera que enfrentarme con algún cate, algún examen sobre un tema del que no tenía ni idea, o las notas, con aquellas ristras de suspensos en rojo. Pero ¿hoy que ocurre para que siga sintiendo esa inmensa tristeza los domingos por la tarde? es como si quisiera que se detuviera el tiempo, pues a partir de cierta edad te das cuenta de lo deprisa que pasa, de lo imparable que es, de la cantidad de momentos desperdiciados, tirados miserablemente a la basura. Minutos, horas, días y semanas que no volverán, que se acumulan vacíos, sin sentido en no sabemos qué almacén y con qué propósito. Quizás, sólo sea que te echo de menos. El crepúsculo, la hora de las historias de miedo y de los hechos inexplicables que nos dejan con la boca abierta y los ojos entrecerrados.