Huecos y abismos

Mi querida Cibeles. La veo todos los días, tan a la vista de todos, tan sola en realidad. Al menos ve el horizonte. No se porque, pero últimamente me acuerdo de mi abuela. Me acuerdo del final, de su final en el que me colé, no se si invitado o no. Lo fascinante fue lo que ocurrió durante un tiempo, después de que se fuera definitivamente, porque tuvo un tiempo en que vagaba por algún lugar que yo era incapaz de ver, quizás por estar sujeto a este mortal mundo.

Se acaba el día, anochece. Los edificios transmiten cansancio, transmiten tristeza. En esta época siempre me obsesiono con ver hojas secas. Me da miedo que se las lleve el viento y quedarme sin verlas. Anoche cené con una vieja amiga, me costó horrores hacerlo, pero me lo impuse. Hola, ¿cómo estás?, la miré y estuve a punto de contestar: llenando huecos.  Hablamos un buen rato, y eso fue la cena, otro hueco rellenado, pero hay abismos imposibles de tapar.