Como el plateado vientre de una sardina, como nosotros, sardinas tiradas en la playa, así fue el fin de semana en el norte.
Después de tanta lluvia pensábamos que tendríamos que mirar el mar bajo el paraguas, y el cielo así lo pronosticaba.
Aún permanecían las cumbres nevadas. Repetimos lugares y recordamos la última vez que estuvimos en ellos. Causa risa y también regocijo el ejercicio.
Recordamos el viaje nocturno y mi insoportable carácter por no encontrar un lugar donde dormir. Esta vez ha sido distinto, con luz se encuentran sitios. Unas veces mejoras, y en otras empeoras. Fuimos incapaces de encontrar el restaurante italiano, pero daremos con él en nuestro tercer viaje, y entonces ya estará el círculo completo (un buen lugar para reposar, una buena tasca de vinos, una playa hecha a nuestra medida y un restaurante para comer pasta).
Pillamos también una habitación en la playa para resguardarnos del mundo, entre las piedras, como los lagartos. Primera playa del año y en pelotas, viendo "pelotudos" con sus colgajos.
El final de un mundo de agua, el final que acaba entre dos paredes de piedra y muere reposado sobre la arena, ¿para qué queremos más si lo tenemos todo? Mañana te veo, quiero más.