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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Monigotes usados

Monigotes usados


Me he levantado a las seis y cuarto de la mañana. Aún era de noche. Siempre que he de madrugar tanto me inquieto, así que desde las cinco me he estado despertando puntualmente. Incorporaba mi cabeza sobre la almohada y miraba el reloj digital de grandes números rojos. Tenía que cruzar la ciudad para llegar a una reunión a las nueve de la mañana en un recóndito, triste y anónimo polígono industrial pegado a una autovía. Llovía, atasco. Estoy febril, antes de ayer pillé un resfriado. Estoy medicado. Mis párpados están pesados. Nubes. Los coches llevan los faros encendidos, aunque ya hay luz, recordando que hace nada era de noche. Cruzo la ciudad rodeándola, el viaje es inmenso. Mi smartphone en el salpicadero del coche, la aplicación del mapa abierta. Habla la señorita que está dentro de ella, me dice que he de hacer. La oigo y miro los carteles indicadores de la carretera. Me asombra comprobar como coincide lo que ella dice, con las indicaciones del mundo real.
Soy tan previsor que llego media hora antes de la reunión. Una tipa me recrimina porque aparco en un aparcamiento privado, pero la digo que vengo a una reunión de la empresa de ese aparcamiento privado, se calla. La pregunto qué donde puedo tomar un café, me lo indica. En un hotel de polígono hay una cafetería en sus bajos. Allí me dirijo. Tomo un café. Me aburro, miro mi reloj. Un hombre joven, inmenso, gordo, con un traje gris usado, amoldado a su corpachón, engulle pan con tomate y no sé que más. Salgo de aquel lugar, vuelvo al coche. Hago tiempo. Miro. Hordas de currantes, andan prestos por caminillos de barro paralelos a la autovía. Rápidos, caras largas, blancas, preocupadas. Sin afeitar algunos, pelos recogidos lacios ellas. El nuevo capitalismo. Trabajadores de cuello blanco convertidos en obreros de ordenador. La nueva economía, monigotes usados, vueltos a usar. Luego como en un restaurante pijo, lleno de poderosos, o sólo millonarios, Allí me entero como funciona Google Maps. Lo enciendes, y tú, que crees que vas sólo, vas transmitiendo tu posición y tu velocidad de desplazamiento a un ordenador, a través de un satélite. Así determina la máquina si hay atasco o no. La evolución, el progreso. Estoy cansado.

Acabo el día con un precioso paseo. Hay que inquietar a los virus.

Monigotes usados
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