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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Cara de Pan

Esta mañana he oído a alguien, que sólo conozco a través de un fotografía, hablando en la radio. A través de esa fotografía, lo primero que me viene como pensamiento es “cara de pan”. Cuando califico a alguien como “cara de pan”, pienso en un pan candeal. Esos panes redondos, dorados por fuera y de prieta miga blanca. Un pan que, de arrojártelo alguien a la cabeza, puede causarte una herida, y no leve. 

 

Lo siguiente que me ocurre con un cara de pan es emparejarlo con una estúpida visión feliz de la vida. Por consiguiente, un cara de pan ha tenido una niñez plácida de radiadores de calefacción central, es decir, excesivo calor en invierno (derroche energético por doquier). Los cara de pan suelen ser grandotes, porque la vida burguesa lleva aparejada también una buena sobrealimentación, lo que crea carnes prietas. Esto trae complejos físicos, sobre todo cuando los cuerpo empiezan a desarrollarse, por lo que tampoco hay una actividad sexual plena durante la adolescencia y la juventud. Por consiguiente, los caras de pan adoptan filosofías y morales restrictivas, en lo que se refiere a las relaciones con los demás, como medio consistente para cubrir sus propias frustraciones y les acerca de manera viciosa a los núcleos familiares, la peor institución que existen sobre nuestro planeta para que alguien, no sólo esconda tus defectos y precariedades como ser humano, sino para transformarlos en virtudes y factores diferenciales del resto de la medianía mortal.

 

Esta última circunstancia, camina en paralelo con la disponibilidad de más  tiempo para sí mismos, en detrimento de hacia los demás. Consecuentemente, concentran, en mayor medida que la media, la dedicación al estudio y la lectura, lo cual no es mecanismo automático del que pueda esperarse una mayor inteligencia. Digamos que adoptan una mayor capacidad lingüística apoyada en los elogios de la familia, lo que obliga a sonreír más (la burguesía suele tener la boca bien cuidada), a adoptar una mirada angelical estúpida y una especie de conducta sumisa ante familiares y mayores que se transforma en soberbia y desprecio hacia congéneres que no forman parte de la cueva primigenia, precisamente por el resentimiento que despierta en ellos su cárcel.

 

Personajes siniestros que, al renunciar a ser como en realidad son, cercenan también su mente, convirtiendo su cerebro en un laberinto con callejones sin salida para sus ideas y estímulos. Ellos, cuando esto ocurre, salen volando del juego. 

 

Lo que quiero decir es que, a pesar de su capacidad de razonamiento y de expresión (normalmente son educados, no dicen palabrotas y acompañan su discurso con la risa), no suelen ser muy inteligentes ya que no han pido llevar sus impulsos y sus ideas hasta los límites de  lo desconocido.  No han explorado terrenos vírgenes y nunca han tenido dudas, aunque su vida es, en realidad, una negación de sí mismos. Tampoco han dejado llevarse por los impulsos de la carne, ya que ésta ha de estar regulada y ser legal. No fuman, no beben y follan poco y de una manera en que toda la familia sabe y supone que la “niña” o el “niño” este fin de semana que no esta en casa, está follando, normalmente, con otro “niño” u otra “niña”, con el que acabarán contrayendo matrimonio para traer al mundo más caras de pan. 

 

Bueno, partiendo de todos estos axiomas, y sí, son axiomas, los cara de pan son más aparentes que reales, y como suelen proceder de clases burguesas consiguen una labor que hacer en la vida. Normalmente son trabajos administrativos, profesiones liberales que no requieran de una gran capacidad, u oficios técnicos profesionales basados en un mínimo baremos de aptitud. Pero he aquí que uno de estos cara de pan, lejos de conformarse con ser un mero consumidor de mundo y de esfuerzo ajeno, quiere destacar en la sociedad y, zas!, de pronto te lo encuentras hablando en la radio. 

 

Resulta que el cara de pan ha escrito un libro sobre una obviedad. Y ahí le tienes, subido a los lomos de uno de esos temas universales y abiertos que no requieren probar nada y sólo dejar volar la especulación a partir de cuatro datos miserables. Cara de pan se sube a su plataforma a lanzar proclamas e ideas vacuas y obviedades sobre el tema universal con su voz templada, esa sonrisa en vez de comas y ese discurrir ñoño e infantil con sus bragas blancas e inmaculadas de algodón. 

 

Sonrío y cambio de emisora
 

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