Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog
Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Hasta los pensamientos acabarán pudriéndose

Nunca sabes cómo vas a estar cuando te lanzas a correr. Lipo, al menos, no lo sabe. Eso piensa él hoy, mientras lo hace. 

Se siente descuajeringado y con un fuerte dolor en la base de la espalda. Lipo tiene la sensación de que sus extremidades inferiores van a desengancharse de las cadera y que cuando lo hagan el tardará en caer hasta el suelo y las verá marcharse, corriendo herméticamente, cada una en una dirección, como las patas de un raro insecto sin cabeza. 

Joder, que pensamientos, reflexiona Lipo mientras siente cada pisada y a sus muslos ligeramente doloridos. Quizás pudiera hablar con ellos y hacerles razonar en cómo hacer las cosas allá dentro para que duela menos, pero fíjate si hay diálogos y cruces de ellos, y cómo creemos comunicarnos con decenas de seres animados o inanimados y hasta con los desanimados, pero con los muslos, al menos Lipo con los suyos, hacerlo es imposible. Son esas partes del cuerpo simplemente útiles y con las que él apenas ha compartido su vida, y ahora se da cuenta de ello y cree que igual debería haberles prestado más atención y que si desde jovencito hubiera hecho el esfuerzo, ahora, en vez del aburrido cerebro o el triste corazón, sus muslos le mantendrían en píe con más inteligencia que esos otros órganos tan complicados y cambiantes, y que a veces meten en auténticos pozos de cruel manera.

Pues esto es lo que ahora piensa Lipo mientras corre tratando de no perder su espalda que ahora retumba con cada zancada haciendo botar a una bola que parece alojada en su parte baja. Sí, esto piensa Lipo, auténticas gilipolleces mientras otea en el horizonte con quien va a cruzarse en el camino. Lipo, así, como pasado de rosca, o ese Lipo que ha perdido la frescura. Y, piensa ahora, a quién le importa quién fui y lo que haya ahora. 

Y ve a ese hombre al que se le muere el hijo, al hombre y al hijo a los que lleva viendo ya tantos años. El  hijo, encorvado, que envejece más rápido que su padre. Este padre, mucho más pequeño que su hijo, un hombre mayor, nervudo que en silencio ha llevado esa mala suerte a sus espaldas. Y se saludan, lo llevan haciendo desde que, de vez en cuando, van y vienen. Y Lipo, que lo vuelve a hacer una vez más, se da cuenta de que nunca los ha mirado a la cara, de que no sabría definir sus rasgos, pero si sus siluetas a lo lejos, su forma de caminar, en pareja, el hijo, siempre, siempre, a la derecha del padre. 

Lipo, agotado, con ganas de acabar la carrera, sin saber si será capaz de ello, sintiendo su cuerpo cansado y pensando en cuanto lo estará su cuerpo de él, en si alguna vez habrán comentado sus órganos la mala suerte que han tenido con ese ser externo que les aglutina. Todos piensan, aunque todos, hasta los pensamientos, acabarán pudriéndose. 

Final, y siete almendras del camino. 

Compartir este post
Repost0
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post