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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Por encima de todo

La niña no se llama así, pero yo la llamo Yulia. No conozco a la niña, siempre la he visto en fotos y siempre durante unos pocos segundos. Hoy me la ha mostrado, en su móvil, su padre. Yulia calculo que tiene unos cinco o seis años.  Nunca he preguntado su edad aunque sé cuando nació, pero entre mi mala memoria y mi frialdad, se me ha olvidado. También siento reparo de conocer más datos personales de ella, es como si quisiera mantenerme alejado, aunque si estuviera a mi lado sé que la daría todo el cariño del que fuera capaz. 

Yulia, he podido ver en la foto de hoy, tiene mofletes y un pelo negro rizado abundante, muy abundante, tan abundante que le da un aspecto de lo más gracioso. Sin embargo, Yulia tiene una mirada triste, sus ojos negros esconden dolor y una gran dosis de escepticismo. Es como si todas aquellas cosas que hacen chispear los ojos de los niños de su edad, en ella no hicieran efecto alguno porque pudiera ver más allá del gozo instantáneo que producen. 

Yulia se formó en el vientre de su madre con un grave problema cardiovascular que los médicos supieron apreciar. Ignoro cuál era y es, el problema concretamente. Me aburren los tecnicismos, pero sé que el problema es agudo. En un momento determinado pensé que su madre, tras hablarlo con su marido, decidiría abortar, pero no sé si ya era demasiado tarde o si simplemente la decisión fue seguir adelante. 

Yulia, sus padres y un hermano, han vuelto hace poco de una ciudad lejana donde ha estado sometida a un duro tratamiento en un hospital. Vi también una foto de ella, con su familia, saliendo de ese centro hospitalario. Yulia iba en una silla de ruedas, la aprecio muy delgada y muy cansada en esa foto, por eso me ha alegrado tanto de verla hoy con sus mofletes y sus rizos.

No sé que será de Yulia, hoy le he preguntado a su padre si con el paso del tiempo, a medida que su cuerpo vaya madurando, podrá ir desapareciendo  también su problema. Pero su padre me mira, me hace un gesto pesimista y me dice que no se sabe, que se trata de una afección desconocida. 

Desde que conozco a Yulia me he preguntado muchas veces que hubiera hecho yo. Lo he hablado también con varias personas, pero sólo unas pocas, muy pocas, deciden manifestarse sobre el tema. El resto permanecen calladas, ignoro si por respeto a la situación, aunque no creo que sea faltar al mismo expresar lo que piensas, o más bien sientes. 

En todo caso, pienso en mi hijo y pienso si yo hubiera sabido antes de que él mismo fuera consciente, de que iba a tener una vida dolorosa y triste, amarrado a una botella de oxígeno, sin poder disfrutar de todas las cosas con las que hubiera visto disfrutar a sus amigos, sin poder sentir las mariposas en su estómago, sin correr y trotar. Pienso en ello, y en que a pesar de su sufrimiento y su dolor, su final pudiera ocurrir en cualquier momento. No, no hubiera sido capaz de asistir a todo ello. No encuentro la razón de ello, sencillamente no me resulta soportable ni encuentro nada que justifique tal convivencia. 

Pero alguna razón habrá, algún alto principio, alguna materia de la que yo carezco pero, sencillamente, no lo entiendo y lo que no entiendo, para mi, no existe o, simplemente, no me interesa. Por encima de todo, un gran beso Yulia. 

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