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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Colono 22

2014-0811.JPGSi preguntas a la gente sobre si creen o no en el diablo, la mayoría dirán que no. Pero antes de contestar te mirarán con cara de extrañeza. El diablo…. es mucho más factible y amable creer en un dios benévolo, repleto de luz, blanco y suave, comprensivo, sin rencor, capaz de perdonarnos todo. Claro que es mucho más sencillo y produce más anhelo, es como una especie de póliza de seguros para la eternidad. Por muy cabrones que seamos en esta extraña existencia siempre tendremos a ese ser celestial capaz de mirarnos de forma tierna y extendiendo sus largos dedos bendecir nuestra ennegrecida alma. 

Sin embargo, si existe Él o él, como prefieran, ¿Por qué negamos la existencia del Otro u otro? A fin de cuentas, ¿para que necesitamos a uno solo? A fin de cuentas, el uno sin el otro carecen de sentido. Pero lo cierto es que si bien admitimos a los creyentes de un dios misericordioso, no es fácil admitir a los creyentes de uno maligno y cabroncete, porque sí, el diablo no es malo, es sólo eso, cabroncete, un ángel revoltoso cansado quizás de tanto mea pilas y de tanto beato y beata. El diablo, harto de subir a los montes a orar y a esperar revelaciones, decidió excavar y descender hacia el centro de la tierra. Hizo un agujero y montó un garito de copas, e invito a muchos a, al amparo de la oscuridad, dejarse llevar por las más oscuras pasiones y dar rienda suelta a sus perversiones. En definitiva, cuando subimos a las grandes torres de cristal, buscamos a dios a través del trabajo y de la eficacia,. En nuestro tiempo libre bajamos a locales oscuros donde anhelamos, deseamos, inhalamos y soñamos con el placer.  

Y sí, claro que hay diablos y por todas partes, todo el mundo tiene uno, desde el polo del Norte hasta el polo del Sur. Y tiene muchos nombres:  Abbadon, Abigor, Adramelech, Ahpuch, Ahrimán, Amón, Apollyn,Asmodeus, Astaroth, Azazel, Baalberith, Balaam, Baphomet, Bast, Beelzbub, Behemoth, Beherit, Bilé, Chemosh, Cimeries, Coyote, Dagon, Damballa, Demogorgon, Diabolus, Drakul, Emma-O, Euronymour, Fenriz, Gorgo, Haborym, Hécate, Ishtar, Kali, Lilith, Loki, Mammon, Mania, Mantus, Marduk, Mastema, Melek Taus, Mephistopheles, Metzeli, Mictian, Milcom, Moloch, Mormo, Naamath, Nergal, Nihasa, Nija, O'Yama, Pan, Plutón, Porserpina, Pwcca, Rimmon, sabazios, Samnu, Sedit, Sekhmet, Set, Shaitan, Shamad, Shiva, Supay, T'an-mo, tchort, Tezcatlipoca, Thamuz, Thoth, Tunrida, Typhon, Yaotzin, Yen-Lo-Wang.  

Tranquilos, no soy un erudito. En realidad sólo es una búsqueda rápida en Internet. Es lo nefasto de esta época de acceso a la información, que cualquiera, hasta los más necios, podemos parecer verdaderos estudiosos, e incluso aparentar capacidad de reflexión. 

Pero en definitiva, ¿de verdad necesitamos figuras míticas con cuernos y ojos ardientes a las que negar? Volviendo al origen, volviendo al espejo, ¿no llevamos todos un pequeño diablo dentro’ ¿No somos todos ambas deidades y nos rendimos culto desde sus anversos? Pues sí, yo soy un diablo. No tengo cola acabada en punta, tampoco cuernos, ni pezuñas, ni mi piel está conformada por escamas. Tampoco mi rostro lo desfigura la maldad. Mis ojos y mi mirada son limpios, me corto las uñas a menudo y me perfumo todos los días, por lo que no huelo a azufre. Pero, ¿saben?, soy un diablo. Mi vida es un conjunto de hechos que he llevado a cabo con toda mi convicción, pero no tengo duda alguna de que de todos ellos, algunos han sido obra de mi otro yo, ese yo miserable y vil que nos empeñamos en ocultar y que a veces emerge sin tener que digerir el líquido de ninguna pócima. 

No encuentro ningún aliciente en escribir sobre el futuro, después de todo es una pura ficción de uno mismo. Un mero deseo que vaya usted a saber si ni siquiera deseamos. Encuentro muchos más interesante ahondar en el pasado para, recorriéndolo, llegar al presente. Quizás así sea posible predecir nuestro siguiente paso. Es una actitud espontánea en mí. Además, tengo la jodida manía de estar continuamente repasando mis hechos. A veces parezco una especie de estudiante repasando y repasando en la cabeza los temas en su cabeza pocas horas antes de un examen, recitando párrafos enteros de memoria, visualizando páginas y acudiendo a pequeños detalles gráficos para asociar contenidos. 

Pero este hecho de recordar el pasado me lo recomendó un profesional. De hecho, me lo impuso un psicólogo, alguien cuerdo y humano, a priori, y a quien se la traen floja los diablos como yo. Es un tipo afable que debe rondar los cuarenta y en quién aún pueden verse ciertos rasgos del estudiante de sicología que se ha ido aburriendo con los problemas estúpidos de personajes como yo. Fui al psicólogo porque me encontraba mal y, lo peor de todo, porque toda la gente a mi alrededor se sentía mal también, y por mi culpa.  Todos nos sentíamos mal. Cuando ocurrió es indiferente, pues podría volver a acontecer mañana , o puede que hable de ayer mismo. 

Yo soy un diablo normal y medio.  No destaco en nada en especial.  Quizás en deformar la verdad e incluso, a veces, en inventarla. Pero, ¿qué es falso y qué es verdad?. Además, últimamente me han hecho pensar mucho sobre el principio básico de la sinceridad --que nunca pensé que fuera tan básico--, ya que me han acusado de mentiroso pertinaz y constante. De verdad, si no me lo hubieran dicho, nunca lo hubiera pensado.

Fui al sicólogo una mañanita de calor, con más nervios que verdades dentro de mí, inventándome el arranque de mi discurso para tratar de impresionarlo y engancharlo a mi historia. No hizo falta. ¡Que tío!.  Él me enganchó a la suya y ni siquiera esperó a que yo empezara.  Empezó él y cuando quise darme cuenta mis respuestas a sus preguntas eran automáticas, ¿sinceras?, concisas, ni siquiera las pensaba.  De mi boca salían ¿verdades? oxidadas como puños que habían estado dentro de mí mucho tiempo. Ni siquiera me importó cuando me dijo que mi historia era común, vulgar, corriente y moliente.  Casi estuve a punto de pedirle disculpas por ello, pero creo que no me atreví para evitar hacer un chiste de mi propia desgracia, ya que creo que aunque muy sano no es muy equilibrado. Me recomendó retroceder en el tiempo, ¡jodido tiempo!, y que lo escribiera, y aquí estoy, retrocediendo en el tiempo, navegando hacia atrás en un mar tranquilo pero en el que comienzo a sentir ondulaciones que viene del horizonte, allá donde el cielo se oscurece y hay una claridad extraña y artificial, un agujero de naturaleza violenta y cruel, porque intentar analizar cualquier cosa globalmente, en su totalidad, conduce a una gran mentira.  Las cosas hay que desmenuzarlas, partirlas en trocitos, en sus pequeñas partes. 

 

 

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