31 Octubre 2010
Me asombra de lo que es capaz de aguantar el ser humano. Que capacidad de asumir desastres, de prever tormentas y, simplemente, esperarlas. Acaba octubre, acaba el día y se echa encima la noche. Cambia el tiempo, todo es gris, llueve, comienza el frío, y todo ello en esta situación. Disimulas, quieres seguir viviendo, quieres controlar lo que ocurre aunque sólo eres eso, un monigote humano a merced del viento.
Hoy el rey es el aire, de esos que limpian y dejan la nariz fría. Un día de esos que se ve claro en el horizonte, de esos que limpian y dicen, purifican. Lo miro, y lo oigo impasible. Rodea la casa, cruje. Imagino tonterías, pienso, también leo, miro por la ventana, recuerdos. Es jodido ver escapar el tiempo, es jodido sentir cómo pasa y cómo nada con él construyes. Quizás sólo sea esa la cuestión, almacenar tiempo o malgastarlo, tirarlo. Quizás sea uno de los condenados a despreciarlo, a consumirlo sin sentido, sólo sobreviviendo. Quería contar una historia, pero también se me antoja un desperdicio, una estupidez, un sinsentido, otra forma de perder o disimular el tiempo.