Volver a casa

El coche va describiendo suave las curvas. Es una tarde de trozos de cielo añil entre nubes de una transición, la que navegan en cola, algodones manchados de grises, empapados aún de recuerdos de frío y humedad. Cruzo el páramo entre una rabia verde e inquieta perlada de gotas que centellean en medio de la  luz. Algunas ráfagas de aire, las más jóvenes, incansables, hacen cabriolas locas y yo avanzo entre ellas, disfrutando de un rodar silencioso, embargado por la maravilla de habitar esta tierra a la que miro en esta tarde de esplendor con los ojos entornados. 
Me inunda cierta melancolía, un atisbo de tristeza provocada por el vértigo del vacío. Rechazo la compañía y por eso no tengo con quién compartir este momento ni tampoco sus pensamientos. Anhelo la soledad y acabaré no sabiendo qué hacer con ella.  Imagino que huyo, que dejo atrás de donde vengo, que el día que lo haga definitivamente será un día como este, y en él, quizás con dolor, no sabré analizar qué fue el pasado, ni seré capaz de imaginar el futuro. Me acordaré de ti con el mismo desgarro que si hubieras muerto, pero seguirás viva,, sólo que cansada de esperarme . Ale, venga, corre a tu refugio y escóndete en él, debe de ser el miedo. Ale, venga, vuelve a casa.