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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Un sueño

Lucian Freud - pintor y modeloVivo solo, en un piso que parece estar situado en una de esas zonas de reciente construcción. Lo deduzco porque  si me asomo a la ventana, puedo ver avenidas llenas de Sol y arbolito raquíticos. Mi casa es luminosa, visualizo una ventana con visillos. Soy consciente de que mantengo una relación con una mujer mayor que yo. Soy consciente, en medio de esa casa, esa habitación llena de luz, que esa relación no me satisface, y pienso en las razones. En medio de la luz, quizás con el horizonte un poco tumbado, en una especie de tridimensionalidad abstracta, soy consciente de que la mujer es excesivamente mayor para mí. Me cuesta follar con ella, siento poca atracción y ello me obsesiona y también traumatiza cualquier otra faceta de la relación. He de acabar con ello y no sé como hacérselo saber. Sé que ella está a gusto conmigo, que no sabe nada de mis insatisfacciones y que no se las imagina ni por lo más remoto. Veo fácil tener una charla con ella y hacerle partícipe de mi situación y zanjar la relación, y siento que si soy capaz de hacerlo me sentiré libre, seré un hombre nuevo.

Me asomo a la ventana. Por el paseo inundado de Sol viene mi pareja. Es tan mayor que la han de ayudar y la agarran del brazo por si tropieza. Va con ella, sujetándola, una mujer más joven, más alta que ella, o quizás menos encorvada. De pronto soy consciente de que ambas mujeres vienen hacia casa. Vienen a comprobar si me ha gustado el color de las paredes de casa. Resulta que ellas mismas las han pintado y son cómo una especie de regalo que me han hecho. Siento que ambas se han metido en mi vida y una muestra de ello es que han pintado mis paredes de casa. Son claras, de color crema, muy tradicionales. La casa está llena de luz. Me vuelvo a asomar a la ventana, se acercan despacio. Pienso de pronto que mi pareja, la más mayor, se quedará en casa y me vuelvo a acordar de que hoy, cuando se haya ido la más joven, podía ser un buen momento para hablar con ella y acabar con aquello. Necesito una mujer más joven, con otro espíritu. Ella me hace sentir agobiado, hundido y sin ganas de nada. Vuelvo a asomarme a la ventana y me fijo en ellas, ahora las distingo mejor y reconozco a mi madre y a mi hermana andando hacia casa. Me despierto y siento verdadero alivio. 

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