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Las Razones del Diablo

Historias de todos los días

Runruneo

Hoy sábado tenía que trabajar. Aunque me da una tremenda rabia, lo cierto es que casi siempre lo hago bajo presión. Para mí la presión es que hoy, por narices, es el último día para hacer algo. Supongo que forma parte de mi deformación profesional. 
Bueno, con esa espada de Damocles en la cabeza me he levantado esta mañana con la idea fija de salir a hacer algo de ejercicio y verificar cómo andaba mi cuerpo después de estas semanas de crisis tras crisis. 
Cuando he vuelto he tenido la sensación y también la seguridad de que recuperar mi estado físico anterior me va a llevar tiempo, además de un gran sacrificio y fuerza de voluntad. Conclusión, que no sé si seré capaz de hacerlo. Doy la espalda a ese reto de momento, y tras tareas domésticas rutinarias y comer, he encendido la chimenea de la cocina y me he puesto a trabajar. 
No soy un apasionado de fútbol, pero he optado por encender la radio y a un volumen bajito, para no entender lo que cuentan los locutores y, consecuentemente, para no entretenerme con ello, he sintonizado uno de esos programas deportivos que narran durante toda la tarde los encuentros de fútbol. 
Me ha parecido entrañable la situación, sobre todo ten el anochecer. Sencillamente, la situación me ha hecho recordar las tardes de fútbol de mi padre. No es que escuchara la radio durante toda la tarde, sino que veía el único partido de fútbol que retransmitían por televisión. Era un aburrimiento, o a mi me lo parecía por aquel entonces. Entonces, yo normalmente acababa en la habitación de mi abuela, sentados en la cama, hablando o dejándome hacer mimos, y de fondo, como un runruneo, la retransmisión deportiva. 

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